“Buenos Aires y Montevideo coloniales: entre la comunidad y la controversia” BENTANCUR, Arturo
en SILVA, Hernán A. (dir.) Los caminos del Mercosur. Historia económica regional. Etapa colonial. Instituto Panamericano de Geografía e Historia, 2004. Pub. No. 531. pp. 427-448.
En este artículo, el autor analiza el “relacionamiento colonial” entre Buenos Aires y Montevideo, como “dos ciudades hispanoamericanas enfrentadas físicamente desde ambas orillas del estuario platense”, y que “tuvieron en la condición de puertos un factor de unidad casi tanto como de disidencia” (p. 427). Esa unidad es lo que llama comunidad y la disidencia, controversia. Un tercer actor que entró en juego fueron “las posibilidades montevideanas para erigirse en puerto de mar, (…) clave para su existencia y su progreso” (p. 428).
“Contrariamente
al hiperbólico discurso sostenido en la época por muchos dirigentes
montevideanos, no era la suya una excelente terminal marítima”,
sino que era el puerto “menos malo” y “más susceptible de
mejoras”, como dice una fuente de 1801 (p. 428).
Sus
virtudes: la más relevante: facilitar las salidas de buques; otras
que se mencionaban: dimensiones de la bahía, protección respecto a
los vientos, naturaleza no pétrea del fondo, que permite el anclaje
de navíos pequeños; los factores decisivos para desplazar al de
Bs.As.: “la distancia que separaba a ambos enclaves, los riesgos
que suponía esa navegación y las dificultades que ofrecía la
terminal bonaerense puntualmente para las salidas” (p. 428).
Sus
defectos más significativos: acumulación de fango en el fondo,
carencia de abrigos en el frente sur, dificultades en la ruta de
acceso. Se describen sus efectos nocivos en pp. 428-429.
La
comunidad
Buenos Aires y Montevideo se hallaban unidas por “la pertenencia a una misma unidad geopolítica, la lengua y el propio destino (la paz o la guerra, la bonanza o la depresión les eran fatalmente comunes) junto con todo otro tipo de cuestiones e intereses más coyunturales” (p. 429). Se trató de una “sociedad de dos orillas” en la cual se desarrolló “una lógica hermandad, generadora de ambivalencias notorias en instancias claves de confrontación” (p. 429). Se analizan sucesos de 1808 a 1814.
El
puerto
“A
modo de causa y al mismo tiempo efecto de todo lo anotado, existió
una especie de comunidad fundacional acerca del puerto y de la plaza
comercial…” (p. 431).
“Las
dificultades de la antigua terminal bonaerense, y sobre todo su
complicado acceso, dieron a Montevideo la posibilidad de
transformarse en el gran puerto del Río de la Plata. Único
fondeadero desde su segunda y definitiva fundación, el de Buenos
Aires había conservado esa categoría durante las primeras décadas
de vida de la nueva fundación. Sin embargo la crónica falta de
abrigos, la lejanía respecto de la ciudad y la casi desaparición de
un curso de agua auxiliar, unidas a los ya relacionados trastornos de
ingreso fluvial, quebraron esa preeminencia, ya totalmente perdida a
mediados de la década de 1770” (p. 431).
Hechos
claves:
1767 –
punto terminal de la nueva carrera de buques correos La Coruña-Buenos
Aires.
1773 –
el gobernador Juan José de Vértiz extiende esa obligación a los
barcos mercantes.
1776 –
se crea el ya operativo Apostadero Naval de Montevideo (“sede
regional del Ministerio de Marina para controlar específicamente el
Atlántico sur y las islas Malvinas”).
“La
exclusividad portuaria montevideana persistiría intocada a lo largo
de un cuarto de siglo en que fue boca de entrada y salida del tráfico
de la ciudad de Buenos Aires, en tanto se alargaría hasta 1810 un
subsiguiente régimen de complementación con terminales de la otra
orilla, sin que se revirtiera la ventaja del centro ya especializado
en la función trasatlántica”, o sea de Montevideo (p. 431).
Mientras
Montevideo desempeñó el rol de puerto principal, invirtió el
sentido/dirección y el volumen/entidad del preexistente tráfico de
lanchas que relacionaba económicamente a ambas ciudades.
Anteriormente, Montevideo dependía de Bs. As.
“Por
sobre esos cambios, el proceso iniciado en 1767 llevó a ambas
poblaciones a compartir la terminal marítima de Montevideo,
transformada primero en puerto único y luego mayoritario respecto de
Buenos Aires y por ende también del interior” (p. 432).
La
plaza comercial
Montevideo
se comportó en los hechos como una extensión o prolongación de la
plaza mercantil bonaerense. “Los comerciantes de ambos centros
tuvieron unidad financiera, identificación comercial y lazos
solidarios fuertes” (p. 432). En las fuentes se alude a una doble
localización domiciliaria.
“Jurídicamente,
el mayor entrecruzamiento de intereses se observó en la relación de
apoderados y poderdantes”. A menudo fueron apoderados “los más
destacados comerciantes de Montevideo, puestos al servicio de sus
colegas transplatinos”, como una función que supuso “un nuevo
canal de capitalización agregada a sus otras actividades, para
impulsar así una acumulación que contribuyó a la relativa
prosperidad de varios…” (p. 433).
La
controversia
“La que analizaremos aquí, fue una puja singular entre el centro económico-político-administrativo de la región y una población emergente, cuya naturaleza portuaria por ambas partes transformaría al pleito en un fenómeno único entre casos similares como los de México–Veracruz y Lima–El Callao, en que las ciudades principales tenían por igual localizaciones mediterráneas.
Antigua y comprensible oposición, desarrollada sobre todo a nivel de élites mercantiles, contó con el apoyo de las respectivas autoridades identificadas con aquellas, y alimentó por último la divergencia post 1810. El concepto matriz fue el de rivalidad y la fórmula más repetida consistió en oponerse a la citada noción de unidad de ambas plazas, mediante la proclamación constante de la independencia entre ellas” (p. 433).
El
autor identifica tres tipos de controversia: “la de carácter
portuario fue absolutamente central, la comercial estuvo
estrechamente vinculada con la anterior, y la política funcionó
como reflejo de las anteriores” (p. 434).
La
controversia portuaria
“Dos
planos fundamentales e interrelacionados”:
- “La disputa por el rol portuario propiamente dicho (de algún modo la llamada lucha de puertos)”
Surgió
en Buenos Aires el proyecto de construir un puerto en la Ensenada de
Barragán, que se hizo efectivo en 1801, a pesar de no contar con la
autorización a nivel central. La coyuntura fue favorable debido a la
debilidad imperial, la guerra librada con Gran Bretaña y por
“presentársela como una continuidad física respecto del antiguo
amarradero, ya legitimado por el Reglamento para el Comercio Libre y
hasta por la costumbre” (p. 435). “Montevideo perdió de ese modo
la exclusividad portuaria en la zona pero no sus oportunidades de
progreso, pues el resultado más inmediato fue la complementariedad
entre ambas orillas…” (p. 435). ––- De hecho Jumar señala
que en su momento de apogeo, el complejo portuario rioplatense
funcionaba también con los de Montevideo y la Ensenada.
- “La constante dialéctica controversial entre dos actores dispuestos a enfrentarse por ese motivo…”
“Desde
Montevideo se desarrolló, asimismo una oposición casi sistemática
a las resoluciones bonaerenses, mediante protestas apasionadas que
por lo general se entremezclaron con arrebatos, hipérboles y
susceptibilidades” (p. 435), se citan las fuentes.
Dos
momentos claves:
- La creación del Real Consulado capitalino en 1793
- El período previo a la iniciación de las obras portuarias en la Ensenada de Barragán
Las
protestas y exigencias fueron casi permanentes, orientadas a diversos
niveles en la jerarquía administrativa del Imperio, buscando
conseguir más beneficios. “Entre varios pedidos de creaciones
institucionales destacarían las gestiones por la citada erección de
un tribunal de comercio [en los años 1790], contemplada sólo cuando
fue necesario sustituir al de Buenos Aires, ya producida la cesión
rioplatense” (p. 437).
“Desde
la capital virreinal respondieron básicamente con el abandono del
mantenimiento portuario y con la imposición de la supremacía legal,
sobre la única base argumental del principio de autoridad ejercido
casi siempre con innegable veta autoritaria” (p. 438), se citan
fuentes.
Las
fórmulas que pueden tomarse como reacciones de la dirigencia
bonaerense ante la posición que iba adquiriendo Montevideo,
oscilaron “entre medidas puntuales destinadas a trabar las
principales manifestaciones del progreso montevideano (comercio de
ensayo, tráfico de esclavos, curso marítimo) y la ya indicada de
forzar un cambio drástico en la materia, rompiendo directamente la
exclusividad vigente desde los primeros años 1770” (p. 439): el
comercio de ensayo fue condenado por fraudulento y en 1798 se revocó
la norma que lo había establecido; después de que Buenos Aires
quiebra el monopolio de Montevideo, no se respetó casi en ningún
momento la obligatoriedad de desembarcar los esclavos en Montevideo;
la actividad de los corsarios franceses fue interrumpida desde Buenos
Aires en 1799.
La
controversia comercial
“Íntimamente
ligada con lo portuario, la discusión mercantil entre las élites de
ambas ciudades tuvo múltiples direcciones y grados de intensidad”:
(pp. 440-441)
- “El combate por los beneficios del comercio con los británicos”: tres momentos:
- “Tras las fracasadas las invasiones de 1806 y 1807”: se beneficiaron los mercaderes de Montevideo pero también los de Buenos Aires, a pesar de las prohibiciones del Cabildo.
- “En medio de la crisis producida por la creación de la junta gubernativa de 1808 en Montevideo, y ya instalada la paz hispano-británica”: ambas ciudades se abrieron de hecho al comercio inglés.
- “Durante el enfrentamiento final iniciado en 1810”: cada ciudad intentó brindar a los británicos mejores ventajas comerciales que la otra.
- La controversia por el interior: Montevideo “pretendió disputar la llamada ruta de la plata (Buenos Aires – Potosí) con la antigua capital, a la que pertenecía su exclusivo dominio. La introducción moderada de comerciantes montevideanos en esa ruta tuvo las siguientes bases”: (p. 441)
- Su “competencia creciente” gracias a la “concentración de la función portuaria” (h. 1770).
- “La relativa capitalización de la élite montevideana”.
- “La articulación con Brasil”.
- “La suerte de especialización montevideana en el comercio de esclavos”, que constituían uno de los bienes de más antigua y fuerte demanda en dicha ruta.
- El cobro de tarifas aduaneras, más altas en Montevideo debió a “algunos errores de criterio en la aplicación de las cargas impositivas”, le dio la fama de puerto caro (p. 442).
- El embargo que, “con sentido claramente fiscalista y de represalia política, sufrieron muchos mercaderes montevideanos en Buenos Aires en 1812.
La
controversia política
Fases
del enfrentamiento:
1ª)
Las consecuencias de la subordinación de Montevideo a Buenos Aires,
“establecida desde la misma creación de la Gobernación de
Montevideo [1749] y extendida sobre todo a asuntos políticos,
gubernativos y económicos” (p. 443).
2ª)
“El ensayo separatista de 1808”, antecesor del de 1810. La Junta
Gubernativa de Montevideo, según el autor, “expresó las
aspiraciones localistas montevideanas y marcó el comienzo de la
verdadera ruptura con la capital al resistir con éxito la política
autoritaria…” (p. 443).
3ª)
“La etapa más crítica del relacionamiento
montevideano-bonaerense” entre 1810 y 1814, donde cada cual mantuvo
la posición adoptada en el conflicto de 1808 (ver p. 444). Se
refleja en la lucha por el control económico del interior. El pleito
es favorable a Buenos Aires, sobre todo por el abandono de los
británicos y los portugueses (pp. 445-446).
4ª) En
la etapa posterior a la caída de Montevideo, hay “fricciones muy
fuertes entre ambas sociedades como reflejo de la dialéctica
vencedor-vencido y del verdadero saqueo perpetrado inmediatamente por
los ocupantes porteños…” (p. 446), se citan fuentes.
Centralidad
de lo portuario
“… en la relación de ambas ciudades rioplatenses, tanto para la comunidad como para la controversia”. Según el autor, esta última, el conflicto, privó sobre la primera, sobre el entendimiento, generado en buena medida por la política.
“En
el pleito se derrochó mucha energía, que contribuyó a fortalecer
las identidades y a profundizar las heridas de los dos núcleos. Los
orígenes identitarios fueron opuestos, pues mientras en el caso
bonaerense la superioridad en el plano político se desplazó a lo
económico, en Montevideo se inició en el terreno comercial y desde
allí trascendió al político” (p. 447).
“El
crecimiento montevideano fue en buena medida artificial, en cuanto
emanó del desplazamiento de la exclusividad portuaria regional y del
movimiento que generó la actividad y no el territorio (…).
Medidas
políticas fundadas en una situación geográfica más apropiada para
la época se transformaron así en las principales responsables de la
controversia, aunque también de la comunidad existente entre ambos
centros, por más que la rivalidad estaba presente desde el propio
nacimiento” (pp. 447-448).
“Tema
muy ideologizado desde la ocurrencia de los sucesos, y que sirvió
por largo tiempo de base a la débil construcción nacional uruguaya,
exhibió sobre todo la acción de habilidosos dirigentes
montevideanos capaces de transferir un discurso lleno de hipérboles,
con el cual pudieron captarse opiniones historiográficas que lo
creyeron sin demasiado análisis. La dirigencia montevideana omitió
por ejemplo mencionar la naturaleza de puerto dependiente y auxiliar
del resto del área que caracterizó al suyo, cuya vida propia era
escasa. Así consiguió transferir a muchos historiadores un mensaje
parcial que luego sería incorporado por los proyectos ideológicos
nacionales” (p. 448).
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